Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

viernes, 31 de marzo de 2017

Tengo sangre en las manos.


Tengo sangre en las manos.
Voy a lavarlas.
Me las hirió un tirano.
De ecos al alba.

De ecos al alba, niña.
De ecos al alba.
Tengo sangre en las manos...
Voy a lavarlas.

Mi cráneo está partido.
En mil mitades.
Una mancha granate.
Seca la sangre.

Herida por aquéllos.
De guante blanco.
Corazón sepultado.
Por mil espantos.

Yo no creo a los hombres.
Ni a sus verdades.
Corazón sepultado.
Por cien reales.

Poco es que valgo.
La copla mañanera.
Viaja en un talgo...
De mil andenes.
La copla mañanera.
Busca quererte.

Y no encuentra razón.
Al sufrimiento.
Vagan mi pensamiento.
Y mi corazón.

Diecisiete saetas.
Tengo en amores.
Sesenta años cumplidos.
Sin resquemores.

Y aunque tú ya no vengas.
Yo te dispenso.
Sé que ahora estás ciega:
Es lo que pienso.

Tengo sangre en las manos.
De mil auroras.
Caballo desbocado.
Trepa las olas.

Despedidas cobardes.
Aventuras sin fin.
Añoranzas imberbes.
Y una trenza en la crin.

Te vaciarás de todo.
Más conservarás "éso".
Caballito en el lodo.
Y un romántico beso.



A mis nietos.


La bahía se extiende.
Allá en la playa.
Dos gitanos en ciernes.
Y una atalaya.

Ven aquí niño mío.
Ven niño hermoso.
Te voy a hacer un traje.
Con mucho adorno.

Nos iremos al parque.
Con los columpios.
Tú en el tobogán.
Y yo en el trullo.

Porque estoy preso, niño.
De tus quereres.
Y una alondra volando.
Entre manteles.

Manteles adornados.
De finas hierbas.
Ven corriendo, mi niño...
No te me pierdas.

martes, 28 de marzo de 2017

Inmaculada.

                                                                                     Para mi madre.



Por el monte bajaban.
Iban sonriendo.
Dos trenzas reventaban.
Sus ojos tiernos.

La sutil brisa embriaga.
Sus pensamientos.
Una muchacha hermosa.
Va descendiendo...
ladera abajo.
Que tiene dos trencitas.
Y un desparpajo.

Sus bellos ojos sueñan.
Edades viejas.
Se ha sentado a la sombra.
de la ladera.
La pandereta...
Asemeja sonidos.
Y aires de fiesta.

Inmaculada niña.
Si tú prefieres.
Yo te llevo en mi mano.
Con los claveles.

Van cantando los mirlos.
El río choca.
Con una roca fuerte.
Sedienta boca.

Ven aquí mi doncella.
Ven amor mío.
Te pintaré una rosa.
Y un pastorcico.

La primavera ríe.
Junto a su falda.
Hermosura inconsciente.
Inmaculada.

lunes, 27 de marzo de 2017

Andrés Camilo.


Andrés Camilo tiene ya los diecinueve.
Orondos y traviesos, como su edad.
Vespertinos y bellos, tal cual la nieve.
Que repta por los muros de mi ciudad.

Andrés Camilo es lindo, como su padre.
Y mastica poesía con su canción.
Andrés Camilo es recto, repleto el odre.
De los buenos consejos de su nación.

Colombia entera brama su dulce acento.
El cariño inocente se transforma en pasión.
Las marcas de la vida caminan recto.
En un carril de curvas y de emoción.

Andrés Camilo brilla, surcando el cielo.
De alondras repoblado y espumillón.
Grandes claros se abren en firmamentos.
Azules y dorados en rebelión.

Su estrella se ha apagado. Se rompe el ego.
La chimenea cruje con su canción.
Naranjas, rojos, verdes, anima el fuego.
Que a borbotones lanza una oración.

¿Por qué estás tan triste, mi niño hermoso?
¿Por qué ya no te arreglas?, dice la amá
Porque mis ojos lloran igual que un pozo.
Y en mi alma hay un nido de pedernal.

¿Y por qué no compites con campeones?
¿Por que fallan tus fuerzas para continuar?
Porque mi Dios me quiere sin devociones.
Y mi tesoro oculto está aún por llegar.

No tengas pena, mi amá hermosa.
Yo pronto volveré a ser.
Un capullito abierto; linda rosa.
Que tu cariño me hace florecer.

El gato y el mapache.


Algo va bien, enfatizaba el gato.
Yo no lo sé; protestaba el mapache.
Quítate el antifaz de tus dos ojos.
Y verás un día gris y lloviznoso.

Algo va bien. De sobra lo sabía.
Yo no lo sé. Apenas murmuraba.
Mi corazón con ilusión un día.
Volverá a cantar a la mañana.

El mapache indolente promulgaba un suspiro.
El gatito sonriente se plegaba en bobina.
Y una luz amarilla destellaba en lo alto.
Y un verde mar; turquesa, acampaba en un charco.

Algo insignificante.



Envíen comentarios.
A mis novelas.
Yo quiero escribir algo.
Que deje huella.

Nadie recoge el guante.
De lo que pido.
Algo insignificante.
Cae en olvido.

Y por ello yo emano.
Mil coloridos.
Pá que prendas el rojo.
O el amarillo.

El perdón es la fuente.


El perdón es la fuente.
De las venturas.
Chorretones de penas.
Que se evaporan.

Surtidones mozárabes.
Surcando el aire.
Mi niña despeinada.
Por la ensenada.

Ven junto a mí, princesa.
Vuelve a mi lado.
Mil brillos de mi estrella.
Destello azucarado.

Yo quiero ir a peinarme.
Junto a la higuera.
Repleta de mentiras.
Y cantinelas.

El perdón es la fuente.
Inagotable.
Fragancias de azucenas.
Surcando el aire.

Corazones de fieltro.


Desperté con el alba.
Arrullos de cristal.
El sueño emancipado.
Y el mundo real.

Acaricié la sábana.
Que me cubría.
Llovía fuera, mañana.
Dulce y perdida.

Corazones de fieltro.
Rellenos de algodón.
Dos brazos a los lados.
Y un abrazo glotón.

Desperté con el alba.
Arrullos de cristal.
Afuera llovía mucho.
A mí me daba igual.

Caminaba despacio.

                                                                        Dedicado a Marisa.

Caminaba despacio.
Hacia la plaza chica.
Mil flores y guirnaldas.
La recibían.

Vente pá acá, mi niña.
No te detengas.
Que yo tengo un puchero.
Con mil lentejas.

Las lentejillas son.
Pedrosillanas.
Solamente un hervor.
Y a la buchaca.

No tengo hambre, nodriza.
Ya comí algo...
Quiero dormir la siesta;
dulce letargo.

Pero no puedes, niña.
Pero no puedes.
Vinieron tus hermanos.
A festejarlo.

Pues voy a hablar con ellos.
Largo y tendido.
Un clavel en el labio.
El cuerpo henchido.

Bajarán a llamarte.
Pá que les cuentes.
Alegre la sonrisa.
Triste la frente.

Triste la frente, niña.
Triste la frente.
Su padre está penando.
Y ella no quiere.

Y ella no quiere, niña.
Y ella no quiere.
Desnudas las miradas.
Allá en la fuente.

Dame agua de beber.
Dámelo pronto.
Porque voy a tragarme.
Los mi sollozos.

Nunca se hubo enfermado.
Es la primera.
Y la más importante...
Yo no quisiera.

Pues dale un caramelo.
De dulce miel.
Verás cómo mejora.
Y tú con el.

Caminaba despacio...

domingo, 26 de marzo de 2017

Primavera de mirlos y cerezos.



Primavera de mirlos y cerezos.
Llenas de cantos a la naciente aurora.
Repletas de hojas y flores en ramitos.
Llenas de música y de colores vivos.

El sol se adueña de la mañana.
Y el grillo pasa con su violín.
Y las pequeñas flores alfombran la ensenada.
Debajito del tronco donde nací.

Y las blancas palomas alzan su vuelo errante.
Y una gaviota se ha perdido en Madrid.
El vino rojo y fresco embadurna las copas.
Y un delfín sonriente chapucea sin fin.

Y tú estás a mi lado y yo aún no soy consciente.
De que algo mágico va a suceder.
Tú me miras; yo miro tu perfil indolente.
Y las musas me lanzan una flecha de hierro.


Flecha que me hace diana en la garganta.
Justo en el chakra de la comunicación.
Azul celeste; quinto colorido.
Que anexo lleva un verso y una canción.

Y mi canción es ésta, si quieres tararearla.
Pálida y luminosa; brillante y mate.
Verborreica y callada; azul del mar...
Canción repleta de olas y de sol invernal.






Vacía y sucia por los caminos.



Vacía y sucia por los caminos me arrastraba.
El pelo blanco rebosaba de verdín.
Las zapatillas rotas mojaban mis tres dedos.
Y una sonrisa cínica penetraba en mi tez.

Sucia, cansada y vieja entreabría los ojos.
Pintados ojos desde antesdeayer.
Cercos corridos de tonos azules.
Mueca en la boca de carmines rojos.

Venía mojada por mil tempestades.
Polvoriento el traje que un día estrené.
Marchitas las palmas de mis manos secas.
Opacos los vieses entrando a tropel.

Y alguien me vió.
Y me reconoció.
Quiso ayudarme.
Y se extrañó.

Porque nada pudo hacer.
Porque yo nada deseaba.
Porque su tenuo poder.
En algo en mí se estrellaba...

Vacía y sucia por los caminos me arrastraba...

Verás el día desnudo.


Verás el día desnudo de pesares.
Intuirás una brisa de ansia y soledad.
Amasarás rosquillas de sonrisas y flores.
Querrás que el tiempo pase en pos de la verdad.

Y tú hoy te has levantado perfumada y coqueta.
Y has echado el pie izquierdo y te has incorporado.
Tu madre sonreía; el quicio de la puerta
enmarca su cabello, con sus tonos morados.

Y has sentido alegría. Desterrado depresiones.
Decepciones y angustias que no saben a ná.
Y has comido entre dientes y lejos de presiones.
Hasta que tu reloj asegure el jornal.

Esperanzas y gritos, de contento quizás.
Y bailes y más bailes, allende tu cabeza.
Y lluvias y más luvias detrás de tu cristal.
Más estás a resguardo. Ya no te mojas más.

Vuelve la melodía a cantar su canción.
Las perlas se unen al collar donde han estado.
La madreselva trepa en pos de tu ventana.
Y una mano inocente dibuja un corazón.