Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

PADRE NUESTRO .-Carmen Urbieta.

Padre nuestro que estás en el cielo de la mano de Adita.
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu Reino e ilumínanos en la búsqueda de nuestra hermana en el Señor.
Hágase tu Voluntad.
Hágase tu Voluntad.
Hágase tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro Pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden.
Y no nos dejes caer en la tentación.
Más líbranos del Mal.
Amén.

Dios te salve, María, llena eres de Gracia.
El Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres,
y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios.
Ruega por nosotros, pecadores, (acuérdate especialmente de Adita)
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

viernes, 25 de noviembre de 2011

EPITAFIO A NUESTRA ADITA.- Carmen Urbieta.

Ayer fue ofrecida la misa-funeral por el alma de nuestra querida Adita. Al margen de la frialdad y de las equivocaciones del párroco, todos nosotros asistimos sobrecogidos por algo que consideramos injusto; muy injusto. Pero al mismo tiempo quisimos de alguna manera parecernos un poquito a ella, que, con su sencillez, amaba tanto a Cristo.

La Iglesia también estaba allí, acompañándonos con tristeza y dolor a todos los familiares; principales afectados, sobre todo y por encima de todo, sus queridísimos hijos.

La autoridad eclesial no les dejó leer dentro del recinto las tiernas palabras que dedicaron a su mami; también se confundieron en alguna otra cosa, pero todo éso hay que dejarlo de lado y pensar que la iglesia se trasladó a Batavia, lugar tan frecuentado por Adita, y allí pudo darse lectura al fin de las palabras que emanaban del espíritu de sus hijos. _Todos sabemos cuánto la querían. Sentían adoración por ella, como la sentimos todos.

Yo no me atrevo a decir que se nos ha ido una santa, pero de alguna forma sí sospecho que algo de éso había en ella, que ha sabido llevarnos su ejemplo de vida con la dulzura, la honradez, la sencillez y la bondad que la caracterizaban.

Ella que se creía pobre, no sabía que en sí misma constituía un tesoro. Un tesoro para todos, que seguiremos llevando prendido en el corazón y en el alma por los siglos de los siglos.

Yo quiero ahora que cuando alguien hable o piense en Adita despliegue una sonrisa como la que ella tenía para todos. La sonrisa más bonita que he visto en mi vida. Y que la recordemos así, con esos ojitos brillantes y bellos y esa carita redondita como un sol.

Porque nos dejas un hueco que se llena con tu enorme luz.
Porque queremos parecernos un poquito a tí.
Porque te hemos querido, te queremos y te querremos siempre.
Gracias Adita.

jueves, 24 de noviembre de 2011

ADITA 3.- Carmen Urbieta.

Triste en la penumbra de la casa, porque ya no estás.
Volverás a llamar a mi puerta con tu sonrisa angelical.
Nos sentaremoos juntitas en el sofá.
Me contarás; te contaré. Amigas para siempre... para siempre, siempre.

Tú y yo, mi vida, teníamos vidas paralelas.
Y nos uníamos en las tribulaciones.
¡Cuántas veces te he visto triste y angustiada!
por culpa de esa traicionera enfermedad que nos aqueja.

Pero ya no. Ahora estás en el cielo.
Y sé que todo en tí es Paz. Paz y Amor, con mayúsculas.
Porque te siento junto a mí como nunca,
dándonos ánimos a todos los que tú querías, que eran muchos.

Dios se apiade de tí y te tenga en su seno.
Dios misericordioso que lo perdona todo.
A tí no tenía nada que perdonarte,
sólo agradecerte el haber sabido llevar una vida tan plena.

Amante de tus hijos, y de tus padres,
de tus hermanos, sobrinos y resto de familiares.
Eres la Luz Inmaculada que alumbra mi camino.
Para creer que después de ésto existirá un mañana.
Lleno de Paz, Adita, ¡cuánto te quiero!
Mis palabras no sirven para expresar lo que siento.
Perdóname.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

ADITA 2.- Carmen Urbieta.

No me mueve, mi Dios, para quererte.
El cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno tan temido.
Para dejar por ello de ofenderte.
Tú me mueves, mi Dios, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido.
Muéveme el ver tu cuerpo tan herido.
Muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme al fin mi Dios, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te quisiera.
San Juan de la Cruz.


Vivo sin vivir en mí,
y tan larga vida espero,
que muero porque no muero.
Sta. Teresa de Jesús.

Dios está entre los pucheros.
Sta. Teresa de Jesús.

Podría contarte una historia preciosa.
Pero prefiero que te la imagines.
Es Adita, visitándonos a todos.
Allá donde nos encontramos.
Yo siento su presencia fuertemente,
justo detrás de mí. Oigo sus palabras de amor y de ternura que me dicen
que ella está bien, con Dios, en el cielo.
Me consuela y me llena de esperanza, porque creo
que está reunida con toda la familia que ya tampoco vive en este mundo.
Y entre todos nos ayudan a ser un poquito mejores cada día.
Y a darnos cuenta...
de qué es lo realmente importante.
Qué es lo que verdaderamente cuenta.

martes, 22 de noviembre de 2011

ADITA 1.- Carmen urbieta

Hoy los árboles están ocres en la sierra. En el camino que conduce a Navacerrada y luego a Cercedilla y los Molinos. Me quedo extasiada frente al hermosísimo paisaje, y pienso, Adita, de alguna forma está viendo también todo esto.

Igual que siento su presencia cariñosa, aquí, justo detrás de mí. Estoy segura de que me has perdonado si alguna vez te hablé de forma desabrida.

Pero es que quería que fueras más fuerte. Que tu carácter creciera. -que fueras independiente para que no tuvieras que depender de nadie-; aunque yo estaba encatada con poder ir contigo al fin del mundo...

Y el fin de este mundo ha llegado para tí. Tenías que hacer el tránsito sola. Y así ha sido, demasiado sola. -he abierto la Biblia y me he encontrado con uno de mis pasajes preferidos: "Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados que yo os aliviaré". Luego he cerrado los ojos y he notado una inmensa paz, mezclada con el dolor de la pérdida. Pero éso es lógico...está todo tan reciente... Una inmensa paz que emanaba de la sonrisa perpetua de mi hermana Adita queestoy segura nos cuida a todos desde el cielo, al lado de los Santos y los Ángeles, que es el lugar que ocupa: a dos pasos de Dios.

Siempre fue buena, humilde, respetuosa, cariñosa, generosa, espléndida. No cabe duda de que todos, especialmente sus hijos, hemos sufrido una gran pérdida. Como tampoco cabe duda de que siempre llevaremos un trocito de ella en el corazón. Enorme corazón que se rompió de tanto amar.

Te adoramos,mi chiqui, nunca te olvidaremos. -nunca, nunca, jamás. Amén.

Y de tu amiga Mª Jesús, que vio enseguida tu bondad.


Oración de S. Francisco de Asís.


Es más importante.

Amar que ser amado.

Porque olvidando se encuentra,

perdonando se es perdonado.

Muriendo se resucita a la vida eterna.

ADITA.- Carmen Urbieta.

Adita es el sol que renace a cada instante.
Adita es el sendero por el que todos caminamos.
Adita es la fuerza, la cabezonería,
de sentirse angustiada y remontar un día.

Adita es la Paz, allá en el infinito.
Nos ha dejado tristes, más no desconsolados.
Porque sabemos que ella ya disfruta de Dios.
Al lado de los ángeles y de los santos del Señor.

Adita es luz que alumbra nuestras tribulaciones.
Un corazón tan grande no cabe en ningún cuerpo.
Adita es la humildad, la concordia, el perdón...
Adita es alguien fácil, muy fácil de admirar.

Ha concluido su viaje por este mundo ruin.
Ahora está ya en el cielo: Ahora es un querubín.
Y los que la lloramos, demos gracias mañana
de haber tenido la suerte de acompañarla.
El inmenso honor de haberla tenido como hermana.

lunes, 21 de noviembre de 2011

SE NOS HA IDO.- Carmen Urbieta.

Se nos ha ido temprano, tenía prisa
por encontrarse con Dios a quien quería.

Se nos fue una mañana de tibio otoño,
las castañas asándosele en el horno.

Para sus hijos.
Con ellos todo era harto prolijo.

Y un puñadito para sus padres y sus hermanos.
le gustaba llevarnos siempre algo entre las manos.

Era feliz ahora mi dulce hermana Adita
un sinfín de proyectos en su cabecita.

Pero de pronto.
Vino la muerte a verla,
se enamoró de ella,
y la raptó.
Y ella, ¡pobre!, moría de un ataque al corazón.

Corazón desgastado a fuerza
de tanto amor.

sábado, 12 de noviembre de 2011

LA FINA HIERBA.- Carmen Urbieta.

Tengo fe en algunas cosas de este mundo.
Fe en que hay gente buena por ahí.
Fe en el tiempo que dedican mis hijas,
en estar junto a mí.

Agradezco infinito todo su apoyo.
Agradezco las tardes que me ofrecen.
Agradezco sus enormes sonrisas,
cuando algo las enardece.

Miro hacia el cielo y contemplo la mañana,
azul y blanca, como un querubín.
Miro a los árboles y veo cómo se filtra,
el ostentoso sol de mi Madrid.

La fina hierba también tornasolada,
a pinceladas como de acuarela a mediodía.
Los ocres, los castaños, los verdes y amarillos,
se suceden en inmensa melodía.

Y yo contemplo todo: a mis hijas,
tan grandes pero tan pequeñitas,
y me alegro de que estén a mi lado,
y dedicarles yo también, mi cálida sonrisa.

jueves, 10 de noviembre de 2011

ROZANDO EL DESAHOGO... Carmen Urbieta.

ROZANDO EL DESAHOGO

Me levanto. Las rodillas no quieren obedecerme.
Así y todo, lo intento. Ya estoy de pie. ¿Y ahora qué?

Suenan clarines de almas bienintencionadas,
Yo, que hasta ahora sólo he sabido errar.
Caen los minutos y sigo sin adaptarme
Al torpe caminar.

Todo en mí es quietud y soledad.
Me falta la fatiga tantas veces sentida
De un hombre entrelazado.

De un capitán de barco que dirige
Los movimientos de su tripulación…
Y yo sola y confusa me desespero
Sentada en mi sillón.

RABIA... Carmen Urbieta.

RABIA

Rabia. Siento rabia de toda esa gente buena,
De los que nunca han roto un plato.
Será porque yo he errado tantas veces,
que ya no recuerdo la más equivocada.

Rabia. Siento rabia por todos esos santurrones
que se confiesan sin arrepentimiento.
Será porque yo estoy eternamente obsesionada,
por las cosas que podría haber hecho de otro modo.

Rabia al fin por las mentes preclaras,
que anuncian a bombo y platillo que nos van a ayudar.
Cuando lo que realmente hacen son discursos demagógicos,en los que impera el enrevesado espíritu del sálvase quien pueda.

LÚGUBRES LOS PASOS... Carmen Urbieta

LÚGUBRES LOS PASOS

Lúgubres los pasos que chocan contra el viento,
Lúgubre el pensamiento.
Lúgubres las esquinas con farolas de gas,
Lúgubre mi bondad.

Despierto a una mañana intempestiva,
Repleta de oquedades.
Mis ojos contemplaron la terrible heroicidad,
de una muerte asestada e inmisericorde.
…La mía.
Las arenas del desierto se conmueven.
Tropiezo y caigo.
Y otra vez me levanto en la supuesta,
Calma de un mar abstracto.

DESAHOGO.- Carmen Urbieta.

DESAHOGO


Quisiera desterrar de mis días el tedio.
La siniestra sombra de la inutilidad.
La soberana angustia de los días incompletos.
Y la inalcanzable mueca de la seguridad.

Soledad. ¿Qué quieres de mí ahora?
¿Por qué no alcanzas otras riberas donde pescar?
¿Por qué produces pálpitos en mi alma?...
...Si lo único que anhelo es descansar.

Harta. Estoy harta de sentirme nadie.
Harta como el muchacho que despierta a las cinco de la mañana
para acudir a la obra.
Harta como el portero de la finca, que saluda a los vecinos.
Harta como la mujer de la limpieza en casa ajena.
Harta como el árbol milenario que no acaba de morir.
Harta como el viejo centenario que no ve llegado su fin.
Harta como la mañana fulgurante de un día cualquiera,
enterrada en millones de siglos que la contemplan.

Miedo. Tengo miedo a caer enferma.
Y que mi familia tenga que decidir por mí.
Miedo de no saber sobrevivir...
en medio de la ansiedad de la gente que corre a mi lado,
pero no me mira.
Miedo a que nos hagamos cada vez más herméticos.
Miedo a que se pierdan los viejos privilegios:
las noches de verano en un cine de barrio,
o la conversación con los vecinos a las puertas de la casa...

Miedo a que todo se convierta en virtual, inaprehensible.
Miedo a que ya nadie me escriba una carta..
...ni me llame por teléfono, y pueda escuchar su voz;
su acento; completamente distinto a todos los que conozco...
y a los que no conozco.
Miedo a que se me olvide su manera de escribir,
Miedo a que se me olvide su manera de reir.
Y miedo a que un día nefasto me digas que ya no me quieres...
...que ya no estarás más entre mis brazos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

ÉXITO Y FRACASO.- Carmen urbieta.

Decía Scott Fitzgerald que el éxito conduce al delirio.
El fracaso a la lucidez.

Y puede que tenga razón.

Sin llevar las cosas a sus extremos, ¿quién no ha mirado en su interior ante un fracaso?.
¿Qué otra cosa nos queda muchas veces, sino la de indagarnos por dentro las causas del infortunio, y, buscando, buscando, llegamos a verdades reveladoras, que nos completan como ser humano? Es éso a lo que denominamos lucidez. Porque cuando te hallas instalado en el éxito, rara vez se te ocurre atisbar algo que vaya más allá de lo superfluo; del delirio de la más apropiada indumentaria, o el coche de nuestros sueños, o... lo externo. Todo lo brillante y superfluo del capitalismo más exacerbado. Incluso nuestros amigos tienen que hacer juego con nuestro traje de chaqueta. Es el delirio y es la muestra inequívoca de la superficialidad.

Sin embargo cuando das un traspiés todo cambia. Tus amigos... ésos que hacían juego con tu traje de cuadritos... simplemente ya no están. Y te quedas, quieras o no quieras, tú solo ante el espejo de tu perplejidad, rumiando el fracaso, que pasito a paso te hace ver que lo de antes era artificial; que a duras penas podía sostenerse; que pendía de un finísimo hilo.

Te das cuenta también de que hay muchos; muchísimos seres pasando necesidades, que son tan lúcidos como tú lo estás empezando a ser, a base de declinar apetencias; de prescindir de ciertas cosas plenamente prescindibles. Y de aceptar de buen grado que lo que importan son las personas, no las cosas; lo que importan son las emociones, no un velero de lujo; lo que realmente importa es el amor, la esperanza, la libertad... cosas todas intangibles.

Y aunque, como yo, vuelvas al cabo de los años a adquirir un status "saludable", hay algo ahí dentro que te dice que no te dejes deslumbar por la apariencia. Hay algo ahí dentro que te obliga a pensar que nunca volverá a ser lo mismo. Por fortuna, mis gafas ahora tienen otra graduación.

sábado, 5 de noviembre de 2011

BARRIOS.- Carmen Urbieta.

Vivíamos en un lugar silencioso; en un pasaje de un barrio populoso carente de comercios.
Eran viviendas sociales de la Empresa donde trabajaba mi padre.
No había bajos comerciales.

Para ir a la panadería teníamos que cruzar los jardines, salir a la calle Carena y aproximarnos hasta la amplia Avenida que desemboca en Conde de Casal, donde sigue erigido el Hotel Claridge.

Antes también estaba allí la estación de autobuses de Larrea, pero desde que han construido Méndez Álvaro se han llevado allí las tres cuartas partes de la ruta. Sólo queda un servicio residual que da cobertura a los pueblecitos del este de Madrid: (Camporreal, Arganda del Rey, Mejorada del Campo, la Poveda...).

Junto a la panadería había una bodega, un zapatero remendón, y en la esquina, una farmacia. Más allá un cuartelillo de la policía y en el centro de la calle una pequeña parroquia que hacía las veces de club social para todos los chavales del barrio. También, próximo a Doctor Esquerdo, permanecían abiertos los supermercados Alfaro.

Pero nosotros, como digo, vivíamos en un pequeño pasaje rodeados de vecinos. Por supuesto los conocíamos a todos: los Moreta, los Grau, los Echeverría... era un pequeño pueblo contruido en medio de la gran ciudad.

Ahora ya no. Ya no es así. Yo llevo ocho años con mi casa en un barrio del extrarradio y apenas conozco a nadie. A Pablo Molina, -viudo-, que me pretende a sus sesenta y siete años, (creo que más por compañía y para que le resuelva las faenas del hogar); a Antonio, que me llama vecina y que es un ser de sonrisa encantadora y de trato excelente, y a Jose el vasco, vitoriano con el que desayuno prácticamente a diario en el café de Lorena.

Y es que la vida ha cambiado mucho. O quizá nosotros hemos cambiado mucho. Cuando sales a la calle, -en contra de lo que te ocurría antes-, ya no te encuentras con nadie, o con casi nadie, y éso hace que las ciudades se vayan volviendo más tumultuosas pero también más solitarias, más impersonales...

Ayer viajé en el metro, como hago a menudo, y aquéllo parecía a torre de Babel. En uno de los compartimentos estaban instalados una familia de senegaleses, con su magnífico atuendo colorido y su habla inasequible; en otro de ellos, dos chicas rumanas no paraban de parlotear; en otro más un inglés con su plano y su mujer, supongo, aventuraban el camino que debían seguir para no perderse lo más importante de Madrid. Sólo yo y el hombre que tenía enfrente éramos españoles. Pero nosotros no hablábamos; ni siquiera nos mirábamos, imbuídos como estábamos en nuestras respectivas lecturas... y yo abogo por el mestizaje; por la riqueza de la pluralidad; por que todas aquellas personas se sientan como en casa. Sabe Dios la historia de cada uno de ellos... Pero me hubiera gustado entablar conversación con mi paisano. ¿Como antes?.

viernes, 4 de noviembre de 2011

NAUFRAGIO.- Carmen Urbieta.

Naufragábamos.
La embarcación de vela se hundía por la popa.
La escotilla estaba abierta y entre sus rendijas se colaba el tempestuoso oleaje.
La proa era una amalgama de seres aterrorizados.

El capitán dio orden de rebajar la carga.
El contramaestre decidió echar a la mar las barcazas hinchables...
en medio de una tremenda tempestad.

Primero las mujeres y los niños...
Bien es sabido que tienen prioridad.
A babor, ya no había restos de madera.
Yo me hallaba a estribor, campeando el temporal a mi manera.

De pronto un brazo inmenso, espumoso, me empujó hacia adelante,
y yo me hundía entre estruendos de trueno y marejada.
Descendí, llevada por la corriente,
hasta la cueva de la Virgen del Carmen.

Es lo último que vislumbraron mis ojos,
más allá un gran foco de luz blanquecina e inmensa.
La presencia de la muerte.
Mis pulmones encharcados por las bocanadas de agua.
Mi boca y mi nariz con un sabor de matiz salobre inacabable.

¡Aire!... No puedo hacerle esto a mis hijas, ni a mis padres, ni a nadie...
¡Aire... que creo que me ahogo; que este es el final...
¡Aire!... Y apareció mi hermano subiéndome con fuerza,
y con precisión hacia la superficie del océano.

Gritó un ¡socorro! que me quedó en el alma.
Pronto llegó una embarcación.
El resto de los tripulantes ya habían ascendido.
sólo quedábamos mi hermano y yo.

Y así fue como salvé mi vida,
con la ayuda inestimable de Javier.
Ese día era el cumpleaños de Marisa
y nos invitó... ¡a pescado!... No, Señor, no puede ser.

jueves, 3 de noviembre de 2011

SOLAMENTE EL TIEMPO.- Carmen Urbieta.

Dormitaba hace un rato sin poder detenerme.
Mi mente deambulaba por uno y otro mar.
Llovía y sentí apenas un escalofrío.
Más no quise levantarme a echarme el chal.

Soñaba con un pretendiente que me proporcionara calorcito.
Tan rústico y tan tierno como mi labrador.
Pero esta vez no quiso Dios que encontrara dos brazos.
A los que asirme en busca de refugio interior.

Entonces hice un esfuerzo por levantarme de la cama.
Había ido a la peluquería y no me quería despeinar.
Así un libro entre mis blancas manos.
Y entre versos y versos me puse a meditar.

¿Quiénes fueron Robespierre, Alejandro Dumas, Shakespeare, Cervantes?
¿Qué sabemos de ellos en realidad?
Muy poca cosa, a pesar de todo lo escrito en las Enciclopedias,
que casi todo el mundo tiende a desdeñar.

¿Y cuando yo me vaya, ¿quién me recordará?
¿Acaso alguien leerá estas páginas un día?
¿Será antes o después de que me muera?
...Solamente el tiempo lo dirá.

SILENCIO.- Carmen Urbieta.

Silencio.
Sólo los árboles mueven sus ramas expulsando aquéllas que amarillean.
El suelo se reviste de un tapiz ocre.
Huele a humedad.
Una humedad penetrante y muda...
Silencio.

Los días derraman su cáliz en el hastío de las tardes,
tediosas, interminables...

A las seis y media ya se han encendido las lámparas del suburbio
y con la noche recién estrenada llega el silencio...
solamente roto por ese fino transcurrir de las gotas de agua que,
indecorosas, relumbran en las farolas de la avenida,
en las tejas de las techumbres,
y en la paciente espera de las plantas.

Silencio.
Nada es lo que parece.
No son más que las seis y media en punto de la tarde.
Hace dos meses aún chapoteábamos en la playa...
a plena luz del sol, y sin embargo ahora...

Silencio.
Luces que se encienden dentro de las casas,
troncos que se queman en la chimenea,
atmósfera aquietada por la naturaleza...

Silencio.
Mucho silencio.

martes, 1 de noviembre de 2011

LA BELLA ESTHER.- Carmen Urbieta.

Pasaba la mañana entre algodones y sedas caprichosas,
vigilando el sempiterno ambiente de tapices y cuadros,
la estancia oscurecida con gruesos cortinajes,
y una cálida alfombra de piel de oso a sus pies.


Con regocijo hojeaba la Gaceta,
en busca de noticias que le sacaran del tedio.
Pronto asomó Wendy su leve cabecita,
anunciándole que tenía una visita ilustre.

Se apresuró a arreglarse lo más presto que pudo,
se trataba de la dama de sus sueños,
el pelo moreno le caía en remolinos
sobre sus suaves hombros satinados.

Un corpiño le elevaba levemente el busto;
un corpiño con hilos de oro y plata,
seguido de una falda almidonada y vaporosa...
Su nombre era Esther.

-Que pase raudo: ya estoy preparado,
(y era verdad, pues de mañana se había bañado).

Se abrió la maciza puerta de abedul,
y majestuosa en su inmensa belleza apareció
la dama de sus sueños.

Jacinto no podía creerlo:
mi bella Esther en mis aposentos.
Con ademán ilustrado la condujo
hasta una butaca ricamente tallada
y con tapicería de satén color burdeos.

¿A qué debo esta gratísima visita?, preguntó el caballero.
¡Oh, Jacinto, ayudadme, mi padre está muriendo!
Ya sé que no sois médico, pero sí el único
que pueda hacerle entrar en razón.

Veréis. No admite los consejos de nadie.
Piensa que a su alrededor todos son enemigos.
Si nadie le disuade de su desvarío
acabará conmigo...

Para colmo envejece por momentos.
Ya nada le asienta en el estómago.
Lo poco que come lo revierte al exterior,
como una golondrina que en sus trinos se ahoga...

No os preocupéis bella dama
que yo hablaré con él, pues es a mi a quien atiende,
pero antes me debéis contestar
a una pregunta que de mi garganta pende.

Vos diréis buen Jacinto, ¿qué os preocupa?
Quisiera unicamente saber si vos me amáis
con la misma entrega y el mismo desconsuelo
con que lo hago yo...

Jacinto, amor mío, si yo no os quisiera
no me habría presentado en vuestra estancia.
Hubiera recurrido a otros conocimientos,
que, aunque escasos, me podrían servir de utilidad...

Únalo todo, si bien le parece,
el inmenso amor que siento por mi padre
y el que os profeso a vos, siempre tan dispuesto a ayudar...

Y así fue cómo ese día y en ese momento,
dos almas convirtiéronse en una grande, libre, maravillosa.