Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

GIRA LA NOCHE.- Carmen Urbieta.

Gira la noche,
gira.
Con sus tormentas,
gira.
Con sus eneagramas,
gira.
Con sus pentagramas,
gira.

Y continúa ascendiendo en una espiral.
Las tres, las cuatro, las cinco de la mañana...
Y cual dragón colosal,
nos va acercando hasta el alba.

Y ya hemos llegado aquí,
insomnes, respetuosos,
andurreando por Madrid,
sus madroños y sus osos.

Pero no me lo he propuesto,
éso no es más que un pretexto.
No pretendo deambular
cada noche sin parar...

Doy vueltas y más vueltas en mi cama
despojada de sábanas y mantas.
He puesto para ellas la colada,
y ahora espero que no les pase nada...
para poder tenderlas.

Como te tendería una noche de agosto
en mi lienzo angosto.
Como te comería a besos de mis labios,
si no fueran tan zafios.

Como correría a tu encuentro al acordarme
que eres tú quien me has encontrado.
Como visualizaría en sueños tu desarme
al estar segura de que me has hayado.

martes, 6 de septiembre de 2011

SI ADIVINO UNA MUECA EN TI.- Carmen Urbieta.

Si adivino una mueca en tí,
estáte seguro de que la estoy desmenuzando.
Si presencio una grieta en tu carácter,
estáte seguro de que la estoy desmenuzando.

Si te miro y aún sin mirar,
tus labios cerrados no me dicen nada.
Si cierro los ojos, y al anochecer,
veo con claridad que me amas.

Si lamento tenerte a mi lado, ríndete,
porque mi opinión no producirá cambios.
Si contenta de estar a tu lado, ríndete,
porque mi opinión no producirá cambios.

Porque me he hecho a mí misma un atardecer
como el que ahora nos presentan las ramas.
Porque soy yo, y no nadie, quien quiere anochecer
uniendo en un abrazo nuestras almas.

SI EL JILGUERO CANTA ALEGRE.- Carmen Urbieta.

Y al final, una sonrisa.
Suave, dinámica, entera.
Hecha de cantos rodados
y de luminosa esfera.
Pero espera...

Todos los cánticos tienen
para mí el mismo sentido:
los hay que hablan del amor
o de odios compartidos.
Y aún así...

Cantar me vuelve a mí loca.
Me gusta ver ensallar
en mi hondo paladar
las palabras de mi boca.
E insisto...

No es verdad que yo no sepa
cantar a los siete mares
es cuestión de que la cepa
ahonda en los matorrales.
Y yo digo...

Si el jilguero canta alegre
si tristes los ruiseñores
¿por qué no venís a verme
cuál es mi canto, señores?
Porque creo...

Que no hay ruiseñor tan pobre
ni tan serio como yo
que el vino vierte en el odre
para mitigar las penas
de quienes salen corriendo
a alejarse de la escena
de mi amargo corazón.

CON SUS ANTIGUOS COLORES IRISADOS.- Carmen Urbieta.

Hoy ha amanecido un nuevo día.
Lleno de encanto; con el sol oblicuo de septiembre.
Las mariposas revolotean por entre los matorrales.
Con sus antiguos colores irisados.

Yo entro, prosaica, a ver si está la comida.
Coliflor con patata y zanahoria.
En la sartén los ajos esperando en aceite de oliva.
Y en su recipiente el pimentón de la vera.

Yo ando buscando algo con que entretenerme.
Pero sólo hayo este refugio.
Palabras sueltas que se van uniendo.
En los confines del pensamiento.

Hoy ha amanecido un día precioso.
Las mariposas revolotean por entre los matorrales.
Con sus antiguos colores irisados...

Y héme aquí, inerte, espiándolas,
como se espían los contornos del amor.
Van una a una, como yo, sin prisa,
livando las flores de su alrededor.

Ya es mediodía.
Hace poco salí a mi paseo.
Y observé cómo el que no estaba acompañado.
Estaba hablando por teléfono...

Nueve cifras. Sólo éso necesito.
Para poder hablar contigo.
Para poder quedar contigo.
Para poder verme contigo...

Nueve infrecuentes, raras, absurdas, sencillas nueve cifras.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA TARDE VA DECAYENDO.- Carmen Urbieta.

La tarde va decayendo.
Entre las ramas de los árboles aún se filtran los penúltimos rayos de sol.
La jornada está completa.
Solamente restan las últimas advocaciones...
imágenes peregrinas
del latir del tiempo sin freno.

Me sorprendo admirando el jardín.
¡Tanto me gusta!
Desde mi atalaya distingo los tintes,
rojizos, ocres, verdes, amarillos, violetas...

Y subo la vista al cielo casi azul,
que en apenas dos horas resurgirá con su manto de estrellas.
Y el cielo está suscado de nubes blanquecinas, transparentes,
y siento que es ahora cuando el amor me llama.

Amor universal brindado a lo salvaje;
al pico y a la hazada del pobre labrador;
al caprichoso encuentro del jardinero con la tierra...
al suspicaz revolotear de mirlos y gorriones.

Y entonces pienso... ¡qué sola estoy!
Incluso los patos viajan en manada.
Los palomos tienen compañera.
Los rosales no dan una única flor.

Pero vuelvo otra vez a fijarme en la naturaleza.
La brevísima naturaleza que ofrece la ciudad.
Y pienso no estoy sola; alguien está conmigo.
Pero no sé por dónde andará.

domingo, 4 de septiembre de 2011

SABES DE SOBRA.- Carmen Urbieta.


(En recuerdo de mis pocos amores).


Sabes de sobra que te quiero.
Sabes de sobra que aún te amo.
Pediré por tí en el rascacielo,
cuando me suba, fija, en el andamio.

¿Por qué resuena en tu ventana
el ay perdido que revienta,
y se asoma a la luz de la mañana,
como un ladrón que se haya puesto en venta?

Dime por qué la aurora es tan rojiza.
Dime por qué el sendero es escabroso.
Dime por qué tu viento me hipnotiza.
Dime por qué tu abrazo es tan sabroso.

Sabes de sobra que te sigo queriendo.
Sabes muy bien que aún te sigo amando.
Conoces los recobecos de mi tiempo.
No te asombran ni suavidad ni mando.

Todo el que haya amado una vez, lo hará para siempre.
En la cueva oculta de su pecho ciego.
Todo el que haya querido, consecuente,
con los motivos que le llevó el cielo.

No tengo deudas. Pagué muy caro.
Pero pagué al fin y al cabo.
Nada os debo. No me arrepiento.
Al fin a solas con mi pensamiento.