Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

martes, 24 de abril de 2018

Escucho tras la ventana.



Escucho tras la ventana el clamor del viento.
Las hojas de los árboles se mecen en sus cunas.
Largas ramas ocres abren sus dedos desde el tronco.
Desigual pedestal del árbol que aún no ha caído.

Tampoco el ángel llegó a caer del todo.
Tampoco el arcángel subirá hacia el cielo.
La lucha se desarrolla aquí en la tierra.
Firme. Cual alcorque desgarrado por sus raíces.

Escucho tras la ventana el clamor del viento.
Y pienso: el aire se llevará las luchas.
Pero no es así. Cada cual corre a su chimenea.
Procurándose un calor que el tiempo no otorga.

Voy buscando senderos abrigados.
Luces al fondo del pequeño pueblo.
Y pienso: así debería ser la vida.
Clara y tenaz. Con su propia manta y su alumbrado.

Pero es imposible. La noche se cierne ya
sobre mi testa alborotada.
Mechones desordenados que el viento despeina.
Mientras en mi cerebro las ideas brotan más clarificadas.

Y al fin. La tormenta da paso a la tímida sonrisa del sol.

Romeo le apodaban.


Romeo le apodaban, chiquilla, iba cachaco.
Olor a hierbabuena, Cecilia y fina estampa.
Celtas sus apellidos, del norte, Castro Lodeira.
Verdes las ensenadas, los riscos, ¡Viva Madeira!

Por la isla paseaba, estirado, compás al paso.
El gitano indolente, tranquilo, le tuerce el gesto.
Alegre va silbando, contento, su copa llena.
De amarguras ahogadas, Romeo, pero qué es ésto.

Valiente la sirvienta, sus rizos, sale a su paso.
Muchacha muy querida, Romeo, en esos lares.
Desliza una sonrisa, cereza, junto a su oído.
Palmotea el abanico, Romeo, juegas a pares.

Los nones no han salido, Cecilia, me has hecho trampa.
He quitado las cartas, Romeo, pá que no salgan.
Léeme tus intenciones, curita, de blanco clérigan.
Mientras las estrellitas, Cecilia, Romeo, hoy se te entregan.




Anoche soñé contigo.


Anoche soñé contigo.
Ibas camino del mar.
A fletar tu barca chica.
cerquita del olivar.

Anoche soñé contigo.
Que te sonreía la luna.
Versos en boca partidos.
Manticas en la mi cuna.

Anoche soñé contigo.
Hija del mar, marinera.
Jazmines en el regazo.
Ya apuntabas maneras.

Anoche soñé contigo.
Y con los hijos de Zeus.
Alta su jaca morena.
Elegante a su manera.

Anoche soñé contigo.
Y he despertado contento.
Porque le das cuerda al mundo.
En tremendo movimiento.

lunes, 23 de abril de 2018

Por qué la Inmaculada.



(Dedicado a mi madre Inmaculada Aurora).


Por qué la Inmaculada.

Hoy toca desnudarse junto a la alberca.
Cuerpo rosada y suave, sedosa piel.
Hoy toca desnudarse, alegría, la manos quietas...
Es tan sólo el olvido, mi arma, lo que me desconcierta.
Y lo que me hace insomne, cariño, si estabas invitada...
por qué la blanca luna, alegría no luce más.
Por qué los almendrales, Dios mío, le temen al rocío.
Por qué mi alma de pena, mi niña, no ha florecío.
Por qué la Inmaculada, Dolores, mi vida, siempre en su rezo.
Por qué tus lindos ojos, Dolores, mi niña, no alumbran ya.

Por qué los tafetales, dorados, consuelo, se mecen en las ondas.
De suaves terciopelos, morena, gitana, por bulerías.
De hermosos argumentos, Dolores, mi vida, en finas copas.
Servidas de rocío, Dolores, bonita, tu no te rías.
De esta pobre alma, Dolores, tesoro, que se extravió al pasar.
De entre noches de viento, Dolores, mi vida, cuánto lamento.
Lamento de las flores, Dolores, mi arma, que fui a depositar...
junto a tu sepultura, Dolores, hermosa, de aquéste lugar.

Y tiene por sudario, Dolores, mi niña, la luna, el sol y el mar.

domingo, 22 de abril de 2018

El tiempo corre.


Constante en su mirar.
Ademanes de hierro.
O de hielo de invierno, impenitente.
Llegó sin desconsuelo.

Marineros que lanzáis las redes.
En pos del boquerón adamascado.
Decidme; pues el tiempo corre...
¿Dónde quedó mi amado?


Llegó la primavera.


Cruzaste por la acera de la izquierda.
Bulevar en que caben mis recuerdos.
Preñado el árbol de hojas exhultantes.
Llegó la primavera.

Muñeca al sol con los cabellos de oro.
Lavados por la niña de mis sueños.
Dulces aromas salpican la avenida.
Destilando un sabor a hierbabuena.

Clamorosos los valles y los ríos.
Los pájaros del cielo entonan el Adaggio.
La batuta batiendo como lápiz de seda.
Y una mano acercándose a mi niña.
Para poder acariciar su seno misterioso.

Palmas sonad. Estruendos matutinos.
Vírgenes, abandonad el rezo.
Que estoy aquí esperando en el olvido.
De aquel furtivo beso.

Jinetes que cabalgáis ebrios de viento.
De brisa submarina y de hondonada.
Marineros de la mar salada.
De corazón partío y sentimiento.

¡Venid aquí!, pues que os estoy llamando.
No demoréis el paso, yo os lo pido.
Caballeros con yelmo bien bruñido.
Y de malla dorada, trenzada en pensamientos.

Nunca olvidéis lo que vine a deciros.
Quiero daros la buena nueva pronto.
Que las nieves al río se han vertido.
La primavera llega para todos.


Es el fin de la guerra.


El final de la guerra se respira.
Corea del Norte no avanza con misiles nucleares.
China y Japón se unen clamorosos.
Y Donald Trump acepta aliviado la Victoria pacifista.

Siria y Rusia aún no se han pronunciado.
Aunque todo indica que depondrán las armas.
Porque hoy estamos de enhorabuena.
El mundo quiere Paz.

Que suenen los clarines y trompetas.
Que el saxofonista se dispare en la lluvia de notas.
Que los timbales clamen presurosos.
Y el pianista componga un Adaggio de hermosa Primavera.

Es el fin de la Guerra.

viernes, 13 de abril de 2018

Elocuente en su oratoria.



Elocuente en su oratoria
discurría con esmero por los suburbios de París. Era inmigrante.
Marroquí.
Se llamaba Fatima y quería ser abogada.
La mejor abogada de Francia.
Aprendió a no emplear nunca los insultos ni las descalificaciones como argumento.
Regla de la oratoria número 36.
Cuando ya fallan todas las anteriores.

Munir no deseaba verse envuelto en ambiciones y perder su fragancia primigenia.
Munir era el novio de Fatima.
Reparaba motores; nada serio.
Sin toga ni uniforme. O sí, un mono.
Para no manchar de grasa los tejanos.

Fatima relucía como los brillantes.
Bella y joven se lanzó al abismo.
De los muertos vivientes vacíos de contenido.
Y perdió sus raíces de extranjera.

Pero su inteligencia era tan grande.
Que ocultó el dinero en su bolsillo.
Y el corazón repleto de testigos.
Que nunca quedarán en el olvido.