Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Me da vergüenza


Me da vergüenza que acuda nadie.
Estoy bloqueada, y muy aturdida.
Apenas me salen más que monosílabos tristes...
Que me bloquean aún más.

¿Qué puedo hacer? ¿Cómo lo arreglo?
No lo sé. No sé si puedo. Esta vez creo que he tocado fondo.
Pero fondo de veras. Adiós al Ave Fénix. Adiós a las Quimeras y a las Utopías. A los Unicornios azules y a los Pegasos. Ya nadie podrá venir galopando a rescatarme. Es inútil. Estoy sola. Y tengo tremendas ganas de sollozar, pero no me sale una sola lágrima.
Las cuencas de mis ojos se han vaciado.
Me escuecen.
Su sequedad me espanta.
Quisiera llorar durante días.
Y vaciarme.

¿Cómo estarías tú?


Tal vez quieras que esté alegre.
¿Tú lo estarías?
Tal vez pienses que exagero.
¿Es lo que crees?
Sólo quiero que me digas lo que sientes.
...Una palabra de ánimo.
Un abrazo.
Y la promesa de que nunca me dejarás sola.
Que vendrás a verme.
Tú sí.
Por favor.
Mira mi trayectoria.
¿Crees que me lo merezco?
No puedo estar alegre.
Por más que intente disimular.
Y no puedo explicarme.
Porque lo no dicho se vuelve inexistente.
Y por tanto exagero en mi tristeza.
Dime. ¿Cómo estarías tú?

Hoy siento frío.


Hoy siento frío.
Es Invierno.
También en mi corazón.
Todas las ilusiones; todas las esperanzas...
difuminadas; emborronadas... tachadas bruscamente...
Miro mi foto de portada.
Apenas treinta años.
Más joven que mis hijas.
No me quieren.
Por éso siento frío.
Por éso y por la incertidumbre de un futuro que no me es grato.
Pero que inexorablemente llegará.
Y me quedaré aún más sola todavía.
Sin defensa posible.
Porque mi opinión no cuenta. Ni mi criterio.
Sola ante la nada.
Quiero desahogarme porque me ahogo.
Y desfallezco.
Y a los demás, ¿qué deciros? Sólo adiós.
Debo ser un ente fantasmagórico porque no se habla de ello; al menos no en mi presencia; es un tema tabú.
...Si acaso para decirme que envío mensajes a deshoras.
O para echarme algo en cara.
O para soltar a bocajarro que están de acuerdo con la incapacidad y con el ingreso en una residencia.
Sin más explicación.
Nada más.
Soy culpable.
Soy un estorbo.
Nines quiere pero no acierta a mantener mi ánimo.
Será porque a ella también le sobrepasa...
Pero hoy siento frío.
Y lo siento yo.
El problema es mío.
Y no sé cómo abordarlo.
Siento que ha llegado mi fin.



Es injusto.

Hoy es San Silvestre.
El último día del año.
¿Qué ha pasado?
Todo y nada.
Todo lo que temía y nada que me ilusionara.
Me han robado.
Me han dejado sin sueños.
Me han arrebatado el alma.
Y ya no duermo; no puedo.
Necesito descansar.
Pero aún más necesito un apoyo y un susurro que me diga:
"todo esto va a pasar".
Y no es cierto. La justicia implacable
me declara incapacitada total y absoluta.
Es decir; como un crío recién nacido
al albur de sus tutores.
Y yo quiero confiar en ella.
En Ana, que dice que quiere protegerme...
Yo quiero confiar en ella pero no me gusta
que yo no pueda tener voz ni voto.

Va a hacer un año nació mi nieto Alberto.
Un 9 de enero, como su madre.
Lo ví un día un minuto instalado en el coche que conducía mi hija.
Dormidito y lejano. No pude tenerle entre mis brazos.
Y ya sólo éso. Sólo ese día.
Y cuando se lo recrimino a mi hija.
Me contesta: "Pregúntate por qué"... y yo sé que algo de razón tiene.
Es muy dura esta enfermedad mental. Pero también ella se muestra implacable.
Porque ya hace meses que estoy mejor. Y aún así.
No encuentran el momento ni el lugar...
Y yo me desespero, pues sé que algo grande me estoy perdiendo.
Que mis nietos no van a conocer nunca a su abuela.
Y que me vida se marchitará en una residencia carísima donde apenas recibiré visitas.
No de mis hijas.
No de Laura.
Ni siquiera pregunta por mí.
¿Por qué seguir viviendo?. ¿Con qué fin?. ¿Para seguir sufriendo?...
No. No quiero.
...Y ese aire que apenas llega a mis pulmones.
Dieciocho horas diarias enchufada a una máquina.
Es injusto.