Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

NAUFRAGIO.- Carmen Urbieta.

Naufragábamos.
La embarcación de vela se hundía por la popa.
La escotilla estaba abierta y entre sus rendijas se colaba el tempestuoso oleaje.
La proa era una amalgama de seres aterrorizados.

El capitán dio orden de rebajar la carga.
El contramaestre decidió echar a la mar las barcazas hinchables...
en medio de una tremenda tempestad.

Primero las mujeres y los niños...
Bien es sabido que tienen prioridad.
A babor, ya no había restos de madera.
Yo me hallaba a estribor, campeando el temporal a mi manera.

De pronto un brazo inmenso, espumoso, me empujó hacia adelante,
y yo me hundía entre estruendos de trueno y marejada.
Descendí, llevada por la corriente,
hasta la cueva de la Virgen del Carmen.

Es lo último que vislumbraron mis ojos,
más allá un gran foco de luz blanquecina e inmensa.
La presencia de la muerte.
Mis pulmones encharcados por las bocanadas de agua.
Mi boca y mi nariz con un sabor de matiz salobre inacabable.

¡Aire!... No puedo hacerle esto a mis hijas, ni a mis padres, ni a nadie...
¡Aire... que creo que me ahogo; que este es el final...
¡Aire!... Y apareció mi hermano subiéndome con fuerza,
y con precisión hacia la superficie del océano.

Gritó un ¡socorro! que me quedó en el alma.
Pronto llegó una embarcación.
El resto de los tripulantes ya habían ascendido.
sólo quedábamos mi hermano y yo.

Y así fue como salvé mi vida,
con la ayuda inestimable de Javier.
Ese día era el cumpleaños de Marisa
y nos invitó... ¡a pescado!... No, Señor, no puede ser.

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