Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

BARRIOS.- Carmen Urbieta.

Vivíamos en un lugar silencioso; en un pasaje de un barrio populoso carente de comercios.
Eran viviendas sociales de la Empresa donde trabajaba mi padre.
No había bajos comerciales.

Para ir a la panadería teníamos que cruzar los jardines, salir a la calle Carena y aproximarnos hasta la amplia Avenida que desemboca en Conde de Casal, donde sigue erigido el Hotel Claridge.

Antes también estaba allí la estación de autobuses de Larrea, pero desde que han construido Méndez Álvaro se han llevado allí las tres cuartas partes de la ruta. Sólo queda un servicio residual que da cobertura a los pueblecitos del este de Madrid: (Camporreal, Arganda del Rey, Mejorada del Campo, la Poveda...).

Junto a la panadería había una bodega, un zapatero remendón, y en la esquina, una farmacia. Más allá un cuartelillo de la policía y en el centro de la calle una pequeña parroquia que hacía las veces de club social para todos los chavales del barrio. También, próximo a Doctor Esquerdo, permanecían abiertos los supermercados Alfaro.

Pero nosotros, como digo, vivíamos en un pequeño pasaje rodeados de vecinos. Por supuesto los conocíamos a todos: los Moreta, los Grau, los Echeverría... era un pequeño pueblo contruido en medio de la gran ciudad.

Ahora ya no. Ya no es así. Yo llevo ocho años con mi casa en un barrio del extrarradio y apenas conozco a nadie. A Pablo Molina, -viudo-, que me pretende a sus sesenta y siete años, (creo que más por compañía y para que le resuelva las faenas del hogar); a Antonio, que me llama vecina y que es un ser de sonrisa encantadora y de trato excelente, y a Jose el vasco, vitoriano con el que desayuno prácticamente a diario en el café de Lorena.

Y es que la vida ha cambiado mucho. O quizá nosotros hemos cambiado mucho. Cuando sales a la calle, -en contra de lo que te ocurría antes-, ya no te encuentras con nadie, o con casi nadie, y éso hace que las ciudades se vayan volviendo más tumultuosas pero también más solitarias, más impersonales...

Ayer viajé en el metro, como hago a menudo, y aquéllo parecía a torre de Babel. En uno de los compartimentos estaban instalados una familia de senegaleses, con su magnífico atuendo colorido y su habla inasequible; en otro de ellos, dos chicas rumanas no paraban de parlotear; en otro más un inglés con su plano y su mujer, supongo, aventuraban el camino que debían seguir para no perderse lo más importante de Madrid. Sólo yo y el hombre que tenía enfrente éramos españoles. Pero nosotros no hablábamos; ni siquiera nos mirábamos, imbuídos como estábamos en nuestras respectivas lecturas... y yo abogo por el mestizaje; por la riqueza de la pluralidad; por que todas aquellas personas se sientan como en casa. Sabe Dios la historia de cada uno de ellos... Pero me hubiera gustado entablar conversación con mi paisano. ¿Como antes?.

1 comentario:

Nines dijo...

El otro día me llamaron simple, y la verdad, no me molestó, todo lo contrario, pensé: y a mucha honra.
Creo que se trata de ser feliz, y la felicidad no es total, se es feliz en un paseo, en cocinar para alguien y pensar que a ese alguien le va a encantar, se es feliz en pensar en tus seres queridos, se es feliz en intentar serlo y desear ser feliz, y si por eso soy básica y simple, ¡qué felicidad! Sueño con la felicidad de que sepas que yo si te leo y me gusta, de que deseo que busques tu felicidad, de que nuestra hermana también busque su felicidad. Y que miremos siempre hacia adelante y con la cabeza muy alta, que no tenemos nada de qué avergonzarnos. TE QUIERO.

NINES