Las escaleras crujían al compás de sus pasos ascendentes.
El corazón latía con fuerza.
La visión se empañaba de lágrimas incipientes.
Recogió del desván el guiñapo sucio y roto que había acompañado su infancia.
Metió los restos en una caja de zapatos grandes.
Para darle sepultura en el jardín.
Ya para entonces era noche cerrada.
Las escaleras crujían al compás de sus pasos ascendentes.
Cerró la puerta, cerciorándose de que no tenía testigos...
Y sollozó.
Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta
Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.
Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.
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