Bienvenido al Blog de Carmen Urbieta




Soy Licenciada en Ciencias de la Información. Me gusta la poesía y la narrativa poética. He publicado artículos en revistas y periódicos desde 1989, he escrito 4 novelas, algún que otro cuento, ensayos y relatos cortos. Actualmente estoy trabajando sobre mi 5ª novela. Asimismo colaboro con Radio AFAEMO, en Madrid y con Emisoras ASEMFA en Andalucía. Publico también artículos para la Revista mensual Espacio Humano.

Por último añadir que soy miembro de ODEM (Organización para los Derechos de los Enfermos Mentales), colectivo éste que despierta en mí un alto grado de sensibilización.

Quisiera desde estas páginas pedir vuestro apoyo, colaboración, comentarios y la mayor difusión posible, a fin de mejorar muchos aspectos. Todo ello lo iréis viendo en mis escritos.

domingo, 7 de noviembre de 2010

PAZ.- Carmen Urbieta.

Hoy la mañana se presenta radiante
bajo el eterno susurro de los trigales.
Tal vez mi alma esté empezando a serenarse
y a volar despacito por entre los matorrales.

Agua.
Necesito agua.
Océano turquesa incontenible.
O cascada saliente entre las peñas...

Agua. Tierra. Campo. Árbol.
Naturaleza.

Flor. Cielo. Nubes. Arco Iris.
Sendero que se abre a un camino que cuesta vislumbrar en su grandeza.

Y corro. Y vuelo. Y salto. Y elevo mis extremidades.
Y una tímida ráfaga de viento me acaricia la tez.
Es noviembre. Suave como ninguno.
Es noviembre; delicado y manso... acobardado.

Y me echo en la hierba fresca del rocío de la mañana.
Y cierro los ojos a estímulos externos.
Y percibo el olor a pino de los árboles que acompañan mi camino.
Y oigo el trino de las aves que se mecen a mi alrededor.
E intuyo el curso del riachuelo próximo con su voz cantarina.
Y encuentro el musgo al norte del tronco del eucalipto, y su fragancia...

Y pienso que nada malo puede estar ocurriendo porque hay paz...
Inmensa y gloriosa.

Entre los mechones de mi pelo revolotea una mariposa.
Y un cuervo dá los buenos días con su áspera voz.

Y un Patuco cualquiera chapotea en la poza.
Y su dueño le silva.

Y yo sigo allí tumbada absorviendo sonidos.
Respirando.
Con los brazos en cruz.
Con las piernas abiertas, en aspa.
Y hay paz.
Y nada malo puede estar ocurriendo allá afuera.
Porque hay paz.
Sólo paz.
Mucha paz...

¿Para qué lo demás?.

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